"Si no vendo no pierdo", craso error.
Hoy vamos a analizar una de las frases/mantras más oídas entre bolsistas y que sin duda se lleva la palma a la hora de destruir fortunas y patrimonios.
Si no vendo, no pierdo
¿Qué me estás contando?
¿Cómo alguien puede cerrar los ojos a la realidad de esta manera y entregar el destino de su dinero al azar?
Perder dinero es sin duda un hecho doloroso. Un impacto que nos afecta tanto emocional como psicológicamente y que hace muy necesario una correcta gestión de todas las emociones que genera.
Sabemos que en todo proceso de duelo hay varias etapas, y esto, como veremos a continuación, también aplica al duelo financiero.
La primera etapa sería el shock inicial, la sorpresa, muchas veces inesperada. Algo que nos deja afectados y desorientados.
En segundo estado suele existir la negación. Una fase flexible en cuanto a su duración pero, idealmente, transitoria. Quedarse varado en la misma es desgraciadamente muy común y sin duda dificulta la aceptación y la toma de decisiones que ayudan en la recuperación.
Negar la realidad, en términos financieros, sería el no querer aceptar que nuestras expectativas (tesis) de inversión o nuestro razonamiento inicial fue incorrecto. Fruto de este mal análisis, o de un cambio de circunstancias, el hecho es que la acción que compramos ya no vale lo que valía. O que al menos así es como lo leen el resto de inversores. Aquí podemos reevaluar las circunstancias o negarlas. Lo primero parece lo más inteligente.
Evidentemente, dependiendo del activo que hayamos comprado podemos "permitirnos" esa negación.
Si hemos comprado un fondo o un ETF diversificado estamos más protegidos contra un error catastrófico (la pérdida total de lo invertido).
Aceptamos por tanto que existen en la aplicación de la estrategia ""negacionista" (mirar hacia otro lado . Al fin y al cabo una pérdida latente puede ser temporal y aceptarla como definitiva (y vender) no siempre puede que sea la mejor opción.
Como hemos dicho arriba no es lo mismo aplicarla a un fondo diversificado a un etf de un índice o a una acción en concreto. En los dos primeros casos puede tener sentido "aguantar" siempre que el inversionista tenga claro el concepto del "largo plazo" y disponga de la fortaleza financiera necesaria para hacer frente a la espera que puede representar una potencial recuperación.
Como más diversificado sea el instrumento (tanto sectorial como geográficamente) de su inversión más puede agarrarse a la esperanza, o al menos, menos doloroso puede ser el error final.
En el caso de que estemos hablando de una acción individual (o para el caso, un par o tres) los riesgos de la "negación" suben exponencialmente y las posibilidades de desastre también.
Y este desastre potencial puede llegar a materializarse incluso en casos donde el activo comprado sea una acción de (teórica) calidad con un negocio en crecimiento y un balance saneado que la apoya.
También en este caso se impondría una gestión de riesgos (reducir la posición, etc). Deberíamos hacerlo porque las realidades cambian, los sectores son dinámicos y los liderazgos también. Nada ni nadie es inmune al cambio por lo que mantener acciones en tendencia perdedora es arriesgado, muy arriesgado. Si tomas esta decisión de mantener lo estarás haciendo basándote mucho más en la esperanza que en la lógica. El mercado (es decir, el resto de inversores) te está hablando, te está diciendo que cuidado que puede ser que se te este escapando algo, que no estés entendiendo del todo bien la dinámica de esa empresa/sector y que puede ser que estés confundido sobre su posición competitiva.
Si tu no quieres escuchar, puede ser un problema.
Lo curioso es que el negacionismo inversor lo vemos muchas veces precisamente en acciones que están en el sector equivocado en el momento equivocado. Es decir, negocios en los que probablemente si tuvieras que invertir ahora de nuevo no lo harías. Solo sigues ahí porque no quieres (o puedes) aceptar tu error inicial y pagar las consecuencias.
Todo adulto sabe que la consecuencias llegar, llegan y uno muchas veces sólo puedes decidir en qué momento quieres salir de una dinámica negativa y pagar el peaje del error cometido.
Aceptar cuesta, y en bolsa puede costar, y mucho, tanto emocional como financieramente.
Pero aceptando, como mínimo, recuperas las riendas.
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